«No solo pensamos en ganar, sino también en unos valores para España», decía Vicente del Bosque poco después de ganar el Mundial, una perla que ya fue destacada ayer por este periódico. Y es que, en medio de la crisis económica y social por la que estamos atravesando, este viejo castellano ha devuelto a la actualidad palabras tales como discreción, rectitud, responsabilidad, amor por el trabajo bien hecho, trabajo en equipo, constancia, esfuerzo y compromiso. Virtudes que garantizan el éxito, ayer, hoy y mañana. Solo ellas. No se conquistan las grandes cumbres a golpe de talonario, como quieren hacernos creer los falsos superhéroes que circulan por ahí.
Pero, junto al beso de Casillas a su novia, lo que de verdad me ha emocionado fue ver ayer a Álvaro del Bosque, una de las 30.000 personas con síndrome de Down que viven en nuestro país, levantar la Copa del Mundo rodeado del cariño y el respeto de todos los jugadores de la selección española, ante la atenta mirada de su padre. Se trata de otro gesto más de Vicente del Bosque, cargado de un enorme valor simbólico, que ha querido unir éxito y vulnerabilidad, equipo y familia, realzando en su hijo el valor intrínseco y la dignidad de todas las personas con discapacidad intelectual. Resulta indiscutible el impacto de gestos como este en la imagen que la sociedad se hace de este colectivo y, por tanto, su influjo a la hora de favorecer la aplicación práctica y operativa de los principios de integración, normalización e inclusión. Porque también las personas con síndrome de Down han disfrutado del éxito de nuestros compatriotas, como cualquiera de nosotros.
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