La hermana Laura y la pequeña Aída se han convertido, sin proponérselo, en las protagonistas del cartel que las Obras Misionales Pontificias han elegido para anunciar el Domund de este año 2010 y que se celebrará en toda España el próximo domingo, 24 de octubre. El ‘robado’ palabra muy de moda hoy en día entre determinados sectores de los medios de comunicación y que nada tienen que ver con el caso que nos ocupa, se realizaba en julio de 2009 en la localidad mejicana de Rancho Viejo, en una de tantas jornadas que a lo largo del mundo dedican religiosos y laicos a ayudar y llevar esperanza a quienes más lo necesitan.
La hermana Laura Carrión Sáez pertenece desde hace 14 años a las Esclavas Carmelitas de la Sagrada Familia. San Clementina, realizó su noviciado en Segovia, para residir en Cuenca durante 12 años. Actualmente está destinada en Chauchina, Granada.
Del más absoluto de los anonimatos, o ser la principal protagonista para las vidas de los más desfavorecidos, según se mire, ha pasado a ocupar portadas y carteles por toda la geografía nacional, en un intento de concienciar a la sociedad de que pese a la negatividad que parece imperar en todo el llamado mundo desarrollado siempre ha habido quienes, pese a vivir en las peores condiciones imaginables, han sabido responder a las dificultades con una sonrisa. O aquellos que, como para la niña Aída, un simple lápiz para dibujar constituye el mejor de los tesoros. La jornada del Domund tiende un puente solidario global para ayudar y, tanto o más importante, para ser ayudados por millones de personas que aún tienen la firme confianza de que nuestro mundo es mejorable. Monedas por esperanza, un buen trato sin duda.
La misión del cartel. El lema elegido para el cartel del Domund 2010 es ‘Queremos ver a Jesús’. Todos los años, las Obras Misionales Pontificias reciben cientos de testimonios gráficos de la labor que los misioneros y misioneras realizan por todo el Planeta. De entre todas las fotos, dos sonrisas, las de la hermana Laura y la de la pequeña Aída, brillaron con luz propia. “La primera vez que ví la foto fue en un correo electrónico, porque era portada de la revista Octubre Misionero. Pero me enteré de que era el cartel oficial del Domund en julio, cuando presidió la sala de un encuentro nacional de delegados de misiones”. La sintonía de la imagen con el mensaje de este año puede ser, en opinión de la hermana Laura, la explicación de la elección de esta foto. “Estábamos en Rancho Viejo, el centro de la misión de un grupo de 14 conquenses. Viajábamos a pueblos pequeños y en uno de ellos me puse a jugar con los niños. Les encanta dibujar, así que les pedí que pintaran unas casas. Justo en esos momentos, Merce la Hoz nos fotografió a la pequeña Aída y a mí, sin que nos diéramos cuenta”, explica la religiosa.
La elección de Rancho Viejo para el desarrollo de la labor misionera fue el resultado de una serie de circunstancias encadenadas. Y Joan, un laico alicantino que se encontraba en este lugar, una de las piezas clave. “Joan pertenece al movimiento de Ekumene, contactamos con él y, durante dos años, estuvimos preparando lo que queríamos hacer allí y concretando nuestras ideas”. Pero programar una misión en un lugar como Rancho Viejo, desde Cuenca, es complicado. La realidad del lugar descabaló todos los planes y, una vez allí, hubo que ajustarse a las necesidades de la zona. “Las carreteras eran intransitables. Tardábamos más de dos horas en recorrer 40 kilómetros. Nos dedicamos principalmente a una tarea evangelizadora. Visitábamos las casas, si se las puede llamar así, a los niños, ancianos, enfermos… Compartir nuestros días con los indígenas de Rancho Viejo fue una de las experiencias más positivas”, señala la hermana Laura, quien añade que hubo también dificultades pero “eso se olvida pronto”. “La experiencia, psicológicamente, es muy dura. La impotencia es lo peor, ver como viven y poder hacer poco para mejorar su situación. Tienen hambre, unas condiciones higiénicas deplorables, un clima extremo… pero todo ayuda y de todo se aprende”, añade.
La experiencia de ayudar y aprender. Pero, ¿qué impulsa, sobre todo a la juventud, a comprometerse en este tipo de acciones? “Imagino que tanto a sacerdotes, como religiosas y a los jóvenes es el deseo de darse a los demás, servir, entregar y enriquecernos con la pobreza. En definitiva, en todos hay una chispa misionera que arde en nuestros corazones”. La hermana Laura no duda en que la experiencia, a pesar de su dureza, es enriquecedora para quienes la realicen, “eso de romper con tu comunidad y de ver que hay situaciones realmente duras en otros países ayuda a encajar la realidad y las contrariedades de la vida, hasta el punto de llegar a preguntarse quienes son realmente los pobres y los ricos en este mundo. Recomiendo la experiencia porque ayuda. A medida que pasa el tiempo me doy cuenta de que se ha convertido en una luz en el camino que ilumina mi presente”.
Colaborar en las misiones. Para quienes quieran formar parte de esta importante labor misionera, la iglesia católica celebra todos los años su jornada del Domund, un domingo al año enfocado especialmente a la recaudación de donativos para toda la labor que realiza en este sentido a lo largo del mundo. La generosidad de quienes contribuyen es fundamental para que niñas como Aída, puedan mostrarnos su sonrisa. “Hace falta ayudar a tantas iglesias y misioneros. Ellos y ellas, como les digo a los niños, son los verdaderos ‘superhéroes’ de hoy. Gente como Joan… o como una familia que estuvo caminando un día entero para bautizarse porque se habían enterado de que estaban allí los sacerdotes… en ellos ves realmente a Dios”, finaliza la hermana Laura.
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